En 1967, al comienzo de la guerra civil nigeriana, a Wole Soyinka se le acusó injustamente de ayudar a la facción rebelde de Biafra en la compra de aviones de combate, tras lo cual fue arrestado y, sin juicio previo ni sentencia formal, encarcelado durante veintisiete meses, veintidós de ellos incomunicado. A lo largo del cautiverio, y a espaldas de sus guardianes, Soyinka escribió en paquetes de cigarrillos, papel higiénico e incluso entre las líneas de algunos libros que pudo conseguir en secreto. Parte de ese material se convertiría más tarde en sus memorias The Man Died, mientras que otra parte tomaría la forma de Poems from Prison para, después, expandirse hasta el actual Lanzadera en una cripta. Son multitud las ocasiones en que el Premio Nobel ha manifestado que entonces logró mantener su cordura y, a la postre, sobrevivir como ser humano gracias a la escritura, con el espíritu intacto frente a la voluntad destructora de sus captores. Se trata éste, pues, de un intenso poemario que se incluye entre la literatura escrita por intelectuales que resultan incómodos a algún régimen y son represaliados y perseguidos. Un género que durante los últimos decenios ha llegado a convertirse en demasiado habitual, aunque no por ello menos abominable, nos dice el traductor Luis Ingelmo.
Algunos de sus poemas inéditos en español:
Muerte a la aurora
Viajero, debes partir
A la aurora, enjuga tus pies sobre
La humedad de nariz perruna de la tierra
Deja que la aurora sosiegue tus lámparas. Y mira
Languidecer el ataque de las espinas ante la luz
Pies algodonosos para disolver en el azadón
Las lombrices tempranas Ahora las sombras se extienden con debilidad
Ni muerte de la aurora ni triste postración
Esta suave charamusca, suaves engendros que desisten
Rápidos goces y recelos para un
Día desnudo. Barcos cargados se
Someten a la asamblea sin rostro de la niebla
Para despertar los mercados silenciosos -Veloces, mudas
Procesiones por grises desvíos... Sobre este
Cobertor, hubo
Súbito invierno a la muerte
Del solitario trompetero de la aurora. Cascadas
De blancos pedazos de pluma... pero ello decidió
Un rito banal. Conciliación salvajemente
Exitosa, primero
El pie derecho para el júbilo, el izquierdo para el pavor
Y la madre suplicaba, Hijo
Jamás camines
Cuando el camino aguarda, hambriento.
Viajero, debes proseguir
Al alba.
Te prometo prodigios de la santa hora
Presagios como el aleteo del gallo blanco
Perverso empalamiento -Como quien desafiara
Las iracundas alas del progreso del hombre...
Más, ¡semejante espectro! Hermano
Mudo en el sobresaltado abrazo de
Tu invención -Esta mueca de burla
Esta contorsión cerrada - ¿Soy yo?
Viaje
Aunque llegué al final del viaje,
Jamás sentí que hubiera llegado.
Tomé la carretera
Que sube despacio la cuesta de las preguntas, y que me lleva
Incluso a descender a la tierra que conduce a casa. Yo sé
Que mi carne está limpiamente mordisqueada, perdida
Para el perturbado pez entre las vainas susurrantes-
Yo los dejé atrás en mi ruta
Y así también con el pan y el vino
Necesito la repartición de derrota y carestía
Yo los dejé atrás en mi ruta
Jamás sentí que hubiera llegado
Aunque amor y bienvenida me atrapan en casa
Los usurpadores pasan mi copa en cada
Banquete como en una última cena
Traducciones de Rafael Patiño
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