La casa roja, el libro editado por Calambur, es la obra con la que su autor, el poeta Juan Carlos Mestre ha obtenido el premio nacional de poesia 2009, es una noticia saludable de esas que te hacen creer que en terreno de la literatura no todo está perdido y en el de la poesía mucho menos. Puestos a realizar una crítica de urgencia, prefiero que consulteis las direcciones que anoto más abajo, donde sendos artículos de Santos Domíguez, y Rosa Benítez analizan el libro.
Corran a comprar este libro, lean La casa roja, siéntanse moradores de las páginas que han llevado al autor a compartir un espacio de pretigio con otros que lo obtuvieron en su momento, Antonio Gamoneda, Caballero Bonald, Chantal Maillard, José Hierro y una laga lista de galardonados en años anteriores.
Como deliciosa resulta la reseña de César Gavela publicada en la edición Bierzo del diario de León el 18 de Octubre de 2008, que dice:
Poeta de los poetas del Bierzo por el mundo, poeta de los mundos del Bierzo y del otro mundo, que está en este. Juan Carlos Mestre canta. Pájaro que está en el aire siempre, en vuelo hacia la palabra. Palabra que vuela. Hace mucho que supimos de él, en un tiempo de castaños, de praderas. Viñas y flores, y un Bierzo que también estaba fuera del Bierzo. Que era -es- universal: el suyo. Juan Carlos se hizo campo de mariposas y panaderías, de todas las piedras y las músicas donde habita la memoria. Por entonces estaba en Barcelona, donde se licenció en periodismo. Amores, libros, la transición. Una vez ganó el Adonais, el premio pórtico del poeta nuevo de cada año. De muchos años. Cuando leí aquel título sentí una inmensa emoción. Dentro había un universo; yo me perdí por él. Continúo avanzando: cada poema es una estrella. Y un instante. Comenzaba el Mestre de todos. Poco sabíamos del otro, del muchacho que iba a ver a Ramón Carnicer por las faldas del Tibidabo. Luego Juan Carlos se fue a Chile, allí conoció a Nicanor Parra y a Gonzalo Rojas. Viajes hasta Isla Negra, vivir lento en la ciudad de Concepción. Alejandra. Los últimos trenes de Neruda. Y los revisores parados de Antonio Pereira en viaje por el único país de la tierra que tiene las cuatro estaciones del año a la vez. España luego, el retorno desde de tan lejos, aunque venía mucho. Como ahora vuelve allí. España, empezar, Madrid, el artista seriamente enfermo de literatura. Y de plástica y de una luz honda, que se proyecta hacia los antepasados campesinos de las aldeas del Noroeste. Que se entrelaza con artesanos y locos cuerdísimos de las orillas del Burbia y del Sil. Que se entretela con la historia de los que dijeron no a las palabras del poder. Es el camino del escritor; lo siguen pocos. Pero Mestre no lo dejó nunca, continúa. Ahonda. Cada día más él, más en él. Y un poco en todos los que lo queremos, lo admiramos. Tanta luz que va con él La vehemencia de la verdad. La rebeldía con una sonrisa. Juan Carlos Mestre ha publicado un nuevo libro: «La Casa Roja», país de insurgencia y de ironía. Invención, límite que se queda atrás. Este libro es una nave espacial para dar vueltas al corazón y al planeta, a la historia y al tiempo. Sabio texto imprescindible. Agua que cae y que sube. Y la pequeña paz de un árbol en un campo de un pueblo. O las ciudades donde los cadáveres antiguos ahora son mujeres desnudas. Hombres que rompen las cadenas del lenguaje. Niños alas. Labios. Juan Carlos Mestre es el profeta que anuncia la libertad, único reino. Posible. Presente. Y siempre.
Poeta de los poetas del Bierzo por el mundo, poeta de los mundos del Bierzo y del otro mundo, que está en este. Juan Carlos Mestre canta. Pájaro que está en el aire siempre, en vuelo hacia la palabra. Palabra que vuela. Hace mucho que supimos de él, en un tiempo de castaños, de praderas. Viñas y flores, y un Bierzo que también estaba fuera del Bierzo. Que era -es- universal: el suyo. Juan Carlos se hizo campo de mariposas y panaderías, de todas las piedras y las músicas donde habita la memoria. Por entonces estaba en Barcelona, donde se licenció en periodismo. Amores, libros, la transición. Una vez ganó el Adonais, el premio pórtico del poeta nuevo de cada año. De muchos años. Cuando leí aquel título sentí una inmensa emoción. Dentro había un universo; yo me perdí por él. Continúo avanzando: cada poema es una estrella. Y un instante. Comenzaba el Mestre de todos. Poco sabíamos del otro, del muchacho que iba a ver a Ramón Carnicer por las faldas del Tibidabo. Luego Juan Carlos se fue a Chile, allí conoció a Nicanor Parra y a Gonzalo Rojas. Viajes hasta Isla Negra, vivir lento en la ciudad de Concepción. Alejandra. Los últimos trenes de Neruda. Y los revisores parados de Antonio Pereira en viaje por el único país de la tierra que tiene las cuatro estaciones del año a la vez. España luego, el retorno desde de tan lejos, aunque venía mucho. Como ahora vuelve allí. España, empezar, Madrid, el artista seriamente enfermo de literatura. Y de plástica y de una luz honda, que se proyecta hacia los antepasados campesinos de las aldeas del Noroeste. Que se entrelaza con artesanos y locos cuerdísimos de las orillas del Burbia y del Sil. Que se entretela con la historia de los que dijeron no a las palabras del poder. Es el camino del escritor; lo siguen pocos. Pero Mestre no lo dejó nunca, continúa. Ahonda. Cada día más él, más en él. Y un poco en todos los que lo queremos, lo admiramos. Tanta luz que va con él La vehemencia de la verdad. La rebeldía con una sonrisa. Juan Carlos Mestre ha publicado un nuevo libro: «La Casa Roja», país de insurgencia y de ironía. Invención, límite que se queda atrás. Este libro es una nave espacial para dar vueltas al corazón y al planeta, a la historia y al tiempo. Sabio texto imprescindible. Agua que cae y que sube. Y la pequeña paz de un árbol en un campo de un pueblo. O las ciudades donde los cadáveres antiguos ahora son mujeres desnudas. Hombres que rompen las cadenas del lenguaje. Niños alas. Labios. Juan Carlos Mestre es el profeta que anuncia la libertad, único reino. Posible. Presente. Y siempre.
Corran a comprar este libro, lean La casa roja, siéntanse moradores de las páginas que han llevado al autor a compartir un espacio de pretigio con otros que lo obtuvieron en su momento, Antonio Gamoneda, Caballero Bonald, Chantal Maillard, José Hierro y una laga lista de galardonados en años anteriores.
Hermoso y valioso poemario, vida, darse. Se reconoce a la poesía como un pájaro concienciado, como un caballo que lleva en su lomo a la libertad y el coraje, como una estrella que ilumina los bosques y caminos del hombre.
ResponderEliminarGrande, fue un día grande y me alegra estos resquicios de justicia y belleza en un mundo a la carrera enloquecido y poco libertario.
Un salto que celebramos,
Víktor
Hago mías también las palabras de Miguel y Viktor, ante todo felicitar al autor de la Casa Roja, Juan Carlos Mestre, por el galardón obtenido como premio Nacional de poesía 2009, aunque reconozco no haber leído a este poeta, sin duda debe ser interesante. El otro día, entrando en facebook, hubo algo que me chocó, busqué poetas y curiosamente, los que habían ganado premios nacionales de poesía, no te dejaban la opción de agregar como amigo, si no hacerlo como admirador, igual comprobé con cantantes de éxito, actores conocidos, etc.
ResponderEliminarEste acto de divismo, me puede parecer normal... en actores y actrices de moda, famosillos, cantantes de éxito, pero en un poeta? pues no, no me parece normal.
Aquí no voy a dar clases morales a nadie, pero concibo la poesía como un acto de solidaridad, concibo la poesía como un acto personal o colectivo para rebelarse contra tantas cosas que nos perturban y preocupan en la sociedad actual; concibo la poesía como la herramienta, para unir, para crear y romper cadenas y barreras sociales; pero jamás como un acto de divismo, un acto de orgullo personal desbordante, rayano en el narcisimo o en el autobombo. Cada poeta tiene su estilo, unos románticos, clásicos, otros modernos, de prosa poética; es igual, el poeta es poeta, da igual lo que escriba, por que al final el fin es el mismo; así lo entiendo yo.
No puedo hablar de Juan Carlos Mestre, no lo conozco y no sería justo meterlo en el mismo saco; pero la poesía no son conferencias, recitales, autógrafos, charlas, columnas en prestigiosos diarios, cátedras y premios bien pagados, padrinos de peso y estómagos agradecidos; la poesía es eso, simplemente poesía; ni más ni menos, con todas las consecuencias que acarrea; y respeto al poeta que se presente a certámenes y en este caso que lo hayan propuesto para el premio; eso lo respeto, lo que nunca respetaré es al poeta divo, al poeta que le pone puertas a la sociedad, al que siente la poesía como un escalón superior al de sus semejantes, sea premiado o no. Y agradezco aquí a Miguel, que tengamos cabida todas las opiniones, de forma libre y educada y sin censuras de ningún tipo.
Un cordial saludo