Después de tres libros ya editados, en esta ocasión presenta un texto compacto, más trabajado de lo que tenía por costumbre hasta ahora. Sus anteriores textos, en los que ya aparece con fuerza su voz poética, forman parte, sin duda, de ese aprendizaje en el que unos y otros le hemos visto esforzarse en los últimos años. Pero de ese periodo anterior nos quedamos con esa ternura, a veces inocente, con la que trata a los seres humanos en sus poemas. Al leer este último poemario he descubierto la importancia que tiene para él la imagen, la mirada, lo que se ve y cómo eso que vemos nos transmite cierta idea de relación, entre los humanos entre sí, y entre estos y la creación. No en vano podemos apreciar diferentes formas relacionadas con lo visual en cada uno de los libros que componen este texto.La primera parte, de título igual al libro, Casa de aire, es una verdadera exposición fotográfica, la vida cotidiana de una mujer que vive en la calle contada a través de treinta y tres imágenes, transformadas en palabra en una serie de poemas muy cortos y despojados de adorno. Sin duda se nota aquí la influencia de poetas como Luis Luna, de quien no oculta haber aprendido mucho en los últimos años.
Después de recorrer esta exposición, nos traslada, en Ríos de gente, al cine; pero al cine en pequeñas dosis, al cortometraje. Veinticuatro pequeñas historias en las que vuelve a retratar la vida cotidiana de los seres humanos con esa ternura de sus primeros libros, pero en poemas, esta vez, más elaborados y breves. El tiempo, esa otra constante en su poesía, es protagonista de toda esta segunda parte, hasta aparecer incluso en los títulos de los poemas. La ausencia de horas exactas, cuartos o medias, nos da idea de cierta aleatoriedad del acontecer humano. En esta sección del poemario nos encontramos con técnicas que más tienen que ver con el microrrelato que con la poesía: es una apuesta.Y finaliza el libro con el teatro: cinco poemas que son los cinco actos de la Última función, una representación en la que la obra dramática se funde con la vida, hace que el espectador o espectadora sea interpelado por los actores que muestran sus personajes. El público, frente a la obra de arte, aparece con fuerza intuyéndola, haciéndola suya: otra de las constantes preocupaciones del autor cuando se pone a escribir.Francisco Cenamor, siempre cercano y activo, ha sabido hacerse un pequeño hueco en la poesía, tal vez más por su proceso, por ese querer aprender con el que se ha acercado a los poetas más jóvenes, a los de su generación, a los más experimentados y a los clásicos. En ocasiones, claro, por su obra. Este es un buen momento para que comience a ser valorado, sobre todo, por su obra.
Bueno, ya queda menos para que esté por allí. Además he visto que hará muy buen tiempo.
ResponderEliminarUn saludo.