El artista cubano Abel Dávila (Cienfuegos, 1973) presenta el libro "La Flor Extraviada". La obra está compuesta por un total de 37 poemas donde el autor se sumerge en la búsqueda de la "reconciliación y la gratitud" con la patria desbocada "desde la frontera del dolor y la distancia".
En esta obra publicada por Editorial Germania Abel Dávila realiza un recorrido autobiográfico por la historia del desarraigo y la ruptura con su Cuba natal. Licenciado en Bellas Artes por el Instituto Superior de Arte de la Habana, el escritor y pintor cubano residente en Antella desde 2008 asegura haber descubierto en Europa una "nueva manera de vivir".
Aunque la mayor parte de su trayectoria la ha dedicado al trabajo museístico en el ámbito de la conservación y restauración de patrimonio mueble, sin abandonar la creación plástica, este artista con estudio de pintura en Antella, sostiene que escribe impulsado "por la búsqueda del equilibrio entre la imagen y la palabra". Abel Dávila es en la actualidad alumno del taller de poesía en valenciano y castellano de la Universidad Politécnica de Valencia y ha participado en diversas exposiciones y recitales poéticos.
De la introducción al libro por Antonio Orihuela.
Tienen los textos de J. Jorge Sánchez, como altas cualidades, una naturaleza desasosegante y una extraña potencia para movilizar la conciencia más allá de los buenos deseos sin consecuencias. Es la suya una poesía absolutamente necesaria en estos tiempos dominados por los discursos blandos y complacientes. Siempre he pensado que todos nuestros poemas deberían tener el tono de los de J. Jorge Sánchez, porque si la poesía no tiene que competir con trenes de alta velocidad ni con ofertas del 3 x 2, tampoco tendría por qué reproducir las modulaciones de onda con las que nos trabaja la conciencia, los deseos y, en fin, el cuerpo todo, eso que llaman mercadotecnia.
La creación artística sigue siendo necesaria, nadie lo pone en duda, pero al mismo tiempo que necesaria es, como recordaba André Gorz, incapaz de creer en ella misma. Este libro de J. Jorge Sánchez se acerca a esa esquizofrenia, constituye una gran bofetada a sí mismo y al resto de los que hemos hecho del arte una coartada para ahorrarnos la liberación real. Esa es mi impresión de este libro, que no quisiera ser un fin en sí mismo, que quisiera, y gran parte de la obra de J. Jorge Sánchez insiste también en ello, no ser una obra de arte, sino un documento que inquiere el estado de cosas real y que nos invita a tomar partido, a posicionarnos frente a una construcción de lo real que no nos pertenece, que acaso, en tanto que sujetos revolucionarios, estábamos llamados a construir pero que, ¡oh, paradojas! lejos de hacerlo, resulta que hemos sido nosotros los construidos por ella. Y de esto trata Las vidas de las imágenes, del desasosiego de quien comprende que nunca hemos hecho solo lo que queríamos hacer, sino sobre todo lo que los otros y las imágenes preexistentes en nuestro mundo han decidido que debíamos hacer.
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