El próximo miércoles día 14 a las 20 horas presentación del libro "Un tango para Federico" de Joaquín Carbonell, estará acompañado por Anacleto Ferrer.
50 años más tarde (1983), Pedro Sariñena, un periodista de Barcelona, desembarca en Buenos Aires para tratar de conocer las razones que llevaron a estos personajes a ocultar los hechos. Se topa con una capital que palpita con las últimas dentelladas de la Junta Militar, donde sus ciudadanos tratan de desplegar una rutina discreta frente al miedo y el silencio que oponen la dictadura del general Videla. Un tango para Federico parte de esta certeza para elaborar una ficción que contiene elementos verídicos junto a otros verosímiles. La finalidad, cuando se trata de literatura, siempre es la misma: fascinar al lector con una historia asombrosa.
Imágenes de la presentación;
Texto publicado en el facebook de Joaquín Carbonell 15-12-2016
UN PEQUEÑO RINCÓN DE RESISTENCIA
Igual que en los tebeos de Asterix, algunas librerías se han convertido en parcelas de resistencia frente a la barbarie. Una de ellas es Librería Primado, de Valencia y casa de Miguel Morata. Cada semana organiza al menos tres actividades que tienen que ver con los libros y la cultura. Se resiste a dimitir, a claudicar, a cerrar. Se resiste a morir. Pese a que todo nos empuja a caer en brazos de la cultura del consumo, del gesto fácil, de la comida basura, de la tele estúpida (?), del ahorro de energía intelectual. Todo encaminado para que no perdamos el tiempo ante un libro.
Leer se ha convertido en un acto de resistencia frente al dominio romano del fútbol y la tele. Y cada día se van rindiendo más rebeldes.
En fin, estuve en Valencia, en la librería de Miguel. Con la ayuda del indomable Anacleto Ferrer (su paciencia conmigo es ya sospechosa), presentamos "Un tango para Federico". Vino gente, nos reímos (ay, el día en que no floten las risas), cantamos, charlamos, preguntamos, hablamos de Federico, hablamos de Gardel. Hablamos. Perdimos a gusto nuestro tiempo. Y resistimos. Benditos sean los libreros y su romanticismo otoñal. Benditos los lectores (¡las lectoras!) y su devoción sagrada por conocer nuestras historias. Cada vez que compramos un libro le soltamos una patada en los cojones a los dueños del tenderete de la estupidez.
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