Manuel Talens, estibador de sentidos de Santiago Alba Rico.
Manuel Talens fue un buen narrador, un excelente
articulista y un traductor -y activista de la traducción- extraordinario. De su
larga obra como escritor y como militante lingüístico, su labor de
transportista de significados y, por lo tanto, de transformador de sentidos,
quizás menos vistosa y menos pública, es la que constituye a mis ojos su legado
más duradero y la que nos interpela como un ejemplo más prolífico.
Cuando conocí a Talens había leído algunos artículos suyos
en la edición valenciana de El País y, por su compromiso y su puntería verbal,
me alegró enormemente su incoporación al equipo editor de Rebelión. Allí se
ocupó de coordinar durante años al numeroso, brillante y abnegado plantel de
traductores -una de las diferencias superlativas de la página- a través de un
ejercicio permanente de reflexión sobre el lenguaje y sus trampas. Mientras
ejerció esa responsabilidad, el foro de traductores de Rebelión fue una sala de
desmontaje y revisión de frases acuñadas, fórmulas heredadas y clichés naturalizados
por el uso.
Talens sabía muy bien que la batalla política era también
-sobre todo- una batalla por las palabras y que la obligación de un militante
era la de cuestionar el patrimonio lingüístico alicatado por los medios de
comunicación, los think tank y los discursos políticos para
proponer a cambio nuevos precipitados a partir de los cuales poder desplazar la
conciencia de los lectores y las relaciones de poder. Como expresión extrema de
este debate recuerdo la larguísima, riquísima discusión sobre el modo en que
había que referirse a la potencia hegemónica (EEUU, USA, América), términos
todos los cuales están ideológicamente lastrados y producen por esa mismo
incomodidad. Su ingeniosa propuesta (Usamérica y usamericanos) no cuajó (*),
pues rompía en modo casi “incomunicable” el sentido común lector, pero da buena
medida del horizonte de preocupaciones en el que se movía su incansable
compromiso con las condiciones verbales de la transformación social.
Ese horizonte es el que le llevó a fundar en 2006 Tlaxcala,
un colectivo de traductores cuyo propósito literalmente subversivo era el de
-precisamente- subvertir la dirección en la que circulan las palabras y sus
significados. Talens razonaba de la siguiente manera: el “sur” político conoce
muy bien al “norte”, entre otras razones porque contamos con un flujo
permanente de traducciones de autores anglosajones, pero conoce muy poco al
“sur” del que forma parte. Chomsky, Petras, Atzmon, Wallerstein, Fisk son
traducidos al español, el francés, el italiano e incluso al árabe. Al
contrario, no hay traducciones de autores españoles, franceses, italianos y
árabes al inglés, pero tampoco a las lenguas “subalternas”. Hacer llegar el
pensamiento “periférico” a los centros imperiales, y poner en contacto, sobre
todo, los textos del “sur” a través de múltiples traducciones cruzadas, parecía
y no deja de parecer un imperativo político prioritario. Tlaxcala aún existe,
aunque con menos fuerza, y no se me ocurre mejor homenaje a Talens que
revitalizar su impulso originario.

Manuel Talens fue amigo y compañero. Compañero durante años
en las tareas de edición en Rebelión, pero también en muchas causas comunes:
Cuba y Palestina de manera muy particular. A veces demasiado rotundo, pero
siempre certeramente apasionado, viajó a la isla y defendió los logros de la
Cuba revolucionaria desde su socialismo celular, pero también desde su
profesión primera. Manuel Talens, en efecto, fue médico y ejerció la medicina
en Canadá antes de adoptar las palabras como instrumentos de intervención y
curación. Nunca olvidó lo que Cuba, más allá de las críticas, había hecho en el
campo de la solidaridad entre los cuerpos frágiles.
Y defendió, sí, ardientemente, meticulosamente, la
liberación de Palestina. Para ello apoyó iniciativas, escribió textos y tradujo
a autores judíos antisionistas hasta entonces desconocidos en nuestro país.
Pienso, por ejemplo, en el caso de Gilad Atzmon, músico de jazz y escritor, a
veces polémico y provocador, pero también en el historiador Ilan Pappe, una de
las voces fundamentales del antisionismo hebreo. Talens fue uno de los mejores
conocedores del movimiento sionista y la historia de Palestina y su
contribución a la difusión y reivindicación de la causa palestina -de la que se
encuentran numerosos rastros en Rebelión- merece ser rescatada y continuada.
Manuel Talens ha muerto. Alguien podría decir que ha muerto
en el peor momento, cuando más lo necesitábamos. Eso es puro sentimentalismo
amistoso. Como amigo suyo que fui, siento también la tentación de decir algo
así. Pero el peor momento es cualquiera. Y si algo tiene de dolorosa la muerte
de un amigo finito en un mundo de conflicto infinito es que, cualquiera que
hubiese sido el momento de su muerte, nos habría dolido y lo hubiéramos echado
de menos. También es muy banal, pero frente a este dolor sólo cabe una
respuesta: la de recordarlo en las treguas festivas y olvidarlo en las luchas
cotidianas que él mismo hubiese emprendido y a las que hay que llevarlo en la
lengua y en el corazón.
Imagenes del homenaje a Manuel Talens.