LA CAJA DE MÚSICA y LA CIUDAD DE LOS GATOS

      Es para el próximo viernes, día 28 a las 20.00 en la Librería, dos óperas primas, tenemos el placer de invitaros a la presentación doble,  de "LA CAJA DE MÚSICA" de OLGA MUÑOZ CARRASCO (Fundación Inquietudes y Asoc. Poética Caudal) y "LA CIUDAD DE LOS GATOS" de AGUSTÍN LINUESA (Cocó editorial).




"La caja de música" de Olga Muñoz, es el segundo poemario en que La Asociación Poética Caudal participa en la edición, haciendo posible uno de los objetivos de la misma y de la Fundación Inquietudes: visibilizar voces poéticas de gran potencia que no hayan sido publicadas. En este caso es, sin duda, un poemario que promete y que tal y como se lee en el prólogo de Yaiza Martínez "no se barrunta discontinuidad alguna entre los lugares habitados y el yo poético que los ocupa". Un poemario que no os dejará indiferentes.

Hay una casa amarilla.


Hay dos patios donde colgar

mis manos junto a las tuyas.

Hay tres limones

sobre un arca de olor.

Existen también vencejos

alcobas hondas

gatos invisibles.

Me apresuro.

Quisiera despojarme de los brazos

para alcanzarlo todo:

el fogonazo y su ceguera

el sabor árido del estiércol.





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El murmullo de la luz

arrastrándose en los patios

deslumbra a los habitantes

de la alta casa.

No quedan balcones

ni mujeres descalzas

en las barandas.

Sobre el alféizar

—sábana o cielo—

un breve pedazo azul.

El aire amarillo

impregna quicios lámparas.

Amarillo adherido a las puertas

libros amarillos

que traen luz a los ojos.

Amarilla la luz.



(Olga Muñoz, La caja de música)




"La ciudad de los gatos", de Agustín Linuesa, es pese a su juventud, una edición esperada mucho tiempo por los que seguimos su buen hacer poético, aquí una pequeña muestra.



En el preciso instante del hombre

La ciudad está dormida

En el preciso instante del hombre

La voz corriendo a través del puente

En el preciso instante del hombre

Huyendo a través de la cebada

En el preciso instante del hombre,

sonriendo como grises calaveras

Como monstruos esperando

en el preciso instante del hombre,

que llegue la noche.





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Luego el cristal y las manos lentas,

apenas el sexo lamido me despertaba era un hombre bueno

y repartía mis habas a los mocosos

y dibujaba con frío figuras en la mañana con unos dedos

inventando acertijos,

preguntándonos si quizás una escalera bajo la nieve

Alguien amable que yaciera por

colocar semillas buenas entre su boca redonda

y ver crecer a los muchachos

que hubieran nacido como dientes

esperando el plomo de la bala.

(Agustín Linuesa, La ciudad de los gatos)




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