Sobre FUNERALES DE CABALLO, de ÁNGEL PADILLA LaGarúa,Barcelona
Pocas veces, entre la poesía española contemporánea, podríamos encontrar libros como éste en que la defensa de la vida se convierta en un acto de dignidad y, al mismo tiempo, de resistencia. Rebelde y celebrativa, hermosamente violenta y tierna con ira, la poesía de Ángel Padilla ha sabido escarbar en las posibilidades de una literatura escrita contra cualquier tentación para la resignación. Este nuevo libro, fecundamente áspero y tentacular, devuelve ante el lector las huellas de las mentiras de un tiempo como el nuestro en el que los poetas suelen pasar de largo ante los regueros de la sangre. (Enrique Falcón)
En un mundo devorado por la inconsciencia, Ángel Padilla ha construido un poemario que nos interpela, nos zarandea y nos fustiga para que despertemos de este tiempo de muerte a la vida que es vivir en la verdad de la generosidad, la solidaridad y la compasión universales. Contra el actual naufragio de los valores humanistas, Ángel Padilla levanta un cántico que abraza al semejante y nos gana para el reconocimiento y la dignidad de todos los seres sintientes.Para la vida futura, nos entrega entonces, Ángel Padilla, sus fieros versos de espuela y lágrima, queda en manos del lector recogerlos.(Antonio Orihuela)
Estas son la opiniones de Quique Falcón y Antonio Orihuela extraidas de MLRS, y a continuación un poema.
COMO LA MADRE AL HIJO YO TE CANTO
Ciervo quebrado en acordeones sonando
bajo la noche sin estrellas del león
como la madre al hijo yo te canto.
Tronco talado que al caer hablas el hondo desamor
de tu copa ya siempre separada del cielo,
como la madre al hijo yo te canto.
Versos de luz
para elevar un poema como un sol sobre los muertos.
Lumbre de flores
para las frías manos de la losa.
Como la madre al hijo yo te canto mar:
¡Levántate y anda, Luz,
desde su fondo!
Como la madre al hijo yo llamo a mis hermanos:
“¡Adelante la columna poética!”.
*Como la madre al hijo
yo canto
a las gargantas para que dejen hablar la hierba,
a las trompetas para que no aventen leopardos,
a las campanas para que no incendien plumas.
Yo canto a los amaneceres y a las alas como praderas,
a la hoja en la rama o al viento,
no a la raíz ni al sudario,
al cielo y su inalcanzable techo, no a la tierra.
Y le canto, soldado,
a tus labios blancos de besar enemigos.
Y le canto, párroco, a tus muñecas sin dedos de acariciar vientres.
Y le canto, político,
a tu lengua transparente sin palabras de sombra.
Como la madre al hijo yo crezco esta canción,
escuchadla, oh muertos, y verdead conmigo.
Cantemos tras un viento relinchante de rosas.
Invoquemos
un descenso de jardineros con lenguas de luz y manos de lluvia.
(Ángel Padilla)
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