EL CAMINO AL LAGO DESIERTO, FRANZ KAIN


 Una novela corta pero intensa, para leer en un descanso breve como un bálsamo ante los novelones intrascendentes que tanto abundan; el lector se deja conducir por la prosa magistral del autor para adentrarse por esos paisajes descritos con maestría en la historia que se relata, y nos sabe a poco. Combina muy bien la narración el presente que el protagonista vive en la dura huida, en travesía hacia el refugio, y por otra el recuerdo imborrable, terrorífico,  la crueldad reciente de los campos de exterminio, pero a la vez tiene prisa por pasar página y no renuncia a construir sus planes de futuro.
 A finales de la Segunda Guerra Mundial, ante la inminente derrota del Tercer Reich, muchos líderes nacionalsocialistas, conscientes de sus crímenes y del castigo que les esperaba, buscaron refugio en la región alpina del Salzkammergut (hoy una de las joyas del turismo austriaco) para pasar a la clandestinidad y escapar de la justicia. Uno de ellos es el protagonista de esta historia, que por entonces tenía un rango muy alto en la jerarquía nazi. Vástago de la burguesía culta de la monarquía austrohúngara y nazi de primera hora, tras la anexión de Austria por el Reich alemán, Ernst Kaltenbrunner hizo rápidamente carrera en el nuevo régimen. En 1943 llegó a ocupar el puesto de director del Departamento Central de Seguridad del Reich, convirtiéndose así en mano derecha del Reichsführer-SS Heinrich Himmler, artífice de los campos de concentración y principal autor del exterminio de los judíos. Cuando el colapso militar de Alemania era ya inevitable, Kaltenbrunner emprendió la subida a la Totes Gebirge, acompañado de dos ayudantes y guiado por un cazador de la comarca, para esconderse en un refugio de montaña hasta que “pasara el temporal” y pudiera reintegrarse en la vida civil, ya como colaborador de los aliados occidentales en el presumible enfrentamiento contra la Unión Soviética, ya ofreciendo sus servicios a los conservadores austriacos en la lucha contra el «peligro comunista».

Una novela corta donde Historia y Naturaleza se combinan portentosamente gracias a la bellísima prosa de Franz Kain para recrear, basándose en los datos ciertos, qué pensó y cómo actuó Kaltenbrunner en esos momentos de huida. Una obra maestra y un autor fundamental nunca antes traducido a nuestra lengua.






Franz Kain (Goisern, 1922-Linz, 1997) es uno de los grandes olvidados de la narrativa moderna en lengua alemana. En 1941 fue detenido por la Gestapo, para ser condenado a varios años de cárcel y finalmente destinado a un batallón de castigo que operaba en el norte de África. Allí cayó preso del ejército norteamericano y permaneció en cautiverio hasta 1946. Tras la guerra fue corresponsal en la extinta República Democrática Alemana, donde conoció a Bertolt Brecht y Anna Seghers, y también ejerció de redactor jefe del periódico Neue Zeit, de Linz.


Pese a su marginación literaria recibió algunos premios de relevancia. Es autor de cinco novelas y una treintena de relatos con historias ambientadas en el microcosmos de su región natal (en Austria) que ilustran lo que fue la Historia del siglo XX y lo que de ella permanece. Su cualidad literaria más destacada es la congruencia entre experiencia personal y expresión verbal, que se manifiesta en la absoluta verosimilitud de los personajes, y la precisión de las descripciones (sobre todo de la naturaleza, que Kain conoció por su origen rural y su trabajo en el campo), lo que confiere a sus obras una gran densidad literaria.



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